La supervisión es un servicio que solicita un psicólogo que comienza a trabajar en un área profesional, de un colega de mayor experiencia, para que desde una mayor distancia de la situación clínica le muestre aspectos de la misma que difícilmente son visibles tanto por ser un principiante, como por la proximidad afectiva que mantiene con el paciente.
Así, desde la distancia del supervisor, que no está comprometido directamente con el caso clínico, el principiante aprende a identificar fenómenos que forman parte del encuentro clínico pero que inicialmente son de difícil acceso. Se podría decir que es un requisito ético en cuanto el principiante se ve mejor dispuesto para su trabajo cuando cuenta con el respaldo del supervisor y de sus indicaciones; dando por tanto garantías de un mejor trabajo.
Las situaciones clínicas grupales (pareja, familia, grupos, instituciones) son herederas de los abordajes individuales por lo que ocurren allí fenómenos incluso de mayor intensidad a aquellos del encuentro individual. Tal es asi que el campo entonces está atravesado por situaciones afectivas de intensidad que tienen como efecto la pérdida de cierta objetividad deseable en el profesional. Por ello, y sobre todo en las situaciones grupales, la supervisión se convierte en un requisito de la formación.
En lo particular, el espacio grupal operativo es una situación que convoca a la presencia y expresión de ansiedades de diversa naturaleza e intensidad lo que hace que fácilmente el equipo coordinador pueda verse atrapado por la grupalidad que en el grupo se genera, perdiendo muchas veces su capacidad de co-pensor. La función coordinadora difícilmente podrá ser recuperada si el equipo no cuenta con la supervisión necesaria. En muchas instituciones la supervisión constante se ha convertido en un requisito técnico.